24 octubre 2006

blanco y negro

Ahora estoy en una epoca que no he podido superar, sera por miedo, a estar solo, o que no me sienta acogido como era antes; quizas sera por que la distancia se va haciendo mayor y los recuerdos quedaron ahi, como recuerdos; no se pueden revivir... la distancia mata la relacion, y no se puede superar, lograr revivir algo que esta en la autopsia es dificil, hay veces que uno se tiene que poner los pantalones ( ya que nunca se los puso cuando correspondia) ahora esta con la soga mas arriba del cuello y apunto de tirarse del precipicio... pero por que no lo hizo antes... tienen que pasar cosas....
la espere en brasil con cia, bueno ella salio a las 8 de la noche, y yo sentado en un escaño esperandola. Cuando la veo venir, no era como la recordaba despues de aquella noche, ahora estaba mas preciosa y su pelo un poco mas oscuro que antes, tenida formal por que venia del trabajo, tan presiosa se veia que brillaba ( que siutico), la salude y le pedi disculpas por lo ostigoso que fui ... pero ella me dijo que no me preocupara era por que no tenia plata ( pa que queria plata si yo la estaba invitando), caminamos derecho por brasil hasta un luga ya visitado anteriormente... ( somos pocos los que saben de ese lugar secreto) una heineckel bien heladita, y los nervios al tenerla frente me consumian, y como hombre que soy me puse a hablar tonteras (weon) pero ella se reia... algo especial tiene ella por ella es super natural y dice las cosas como le parecen... y como le llegar, me cautivo su risa su forma de ser, que tiene ella? no lo se pero es tan bueno estar con ella que el tiempo pasa tan rapido ( mas siutico) pero algo notable paso, una talla, el irnos juntos, fue lo que mas me gusto... caminamos y caminamos a tomar la micro la veia tan linda, que no me atrevi a tocarla, ni besarla, quiero verla denuevo, me desperto....

18 octubre 2006

SEPPUKU


Del japones coloquial hara-kiri, término formado por hara 'estómago' y kiri 'corte'.
Así se designa la ceremonia sagrada japonesa, reservada a la clase de los samuráis, en la que éstos se suicidaban por destripamiento durante la etapa feudal. La expresión hara-kiri (literalmente 'abrirse el vientre'), se considera vulgar, el término correcto es seppuku.

Orígenes

El origen del seppuku data del período Heian, aproximadamente hacia el año 1.000 a.C. No se ha conservado el nombre del primer hombre que lo hizo pero sí que fue sospechoso de haber desobedecido al emperador. Sabido que uno de los principios básicos del código bushido era la lealtad absoluta al mikado, el que fuera culpable de haber cometido el delito no importaba demasiado; el solo hecho de que se sospechara de él era suficiente para acarrear el deshonor sobre su nombre y su familia durante generaciones, algo que sólo la muerte podría remediar. Así pues, para probar su inocencia, se mató días antes del juicio con sus propias manos.

Durante la etapa Edo, el seppuku fue una de las órdenes oficiales de ejecución. Cualquier noble que recibiera un comunicado del emperador instándole a hacerlo, estaba obligado a cometer seppuku; en caso contrario el deshonor le perseguiría a él y a su familia durante generaciones. El comunicado se acompañaba por lo general de una daga (kaiken) ricamente adornada que tenía que ser devuelta a la casa imperial manchada de sangre, en prueba de que la orden había sido ejecutada.

Se trata, no cabe duda, de un doloroso sistema de suicidio, más aún si se tiene en cuenta que existen muchas otras formas de darse muerte, tales como el veneno, el ahorcamiento o el corte de las venas de la muñeca, que permiten hacerlo sin dolor. Sin embargo, el que el método elegido fuera éste reside en la concepción japonesa de la belleza, gran parte de la cual se encuentra en la capacidad de soportar el dolor. El seppuku era un medio para probar la pureza de corazón y alma de los samuráis (parte del entrenamiento de un samurái era saber cómo y cuándo dar el gran paso del seppuku), pues un auténtico samurái temía más el deshonor y la vergüenza que aquél llevaba consigo que a la propia muerte. Por otra parte, desde tiempos remotos los japoneses pensaban que tanto el alma como el espíritu humano se encontraban en un punto del vientre, denominado hara, situado a unos a dos dedos del ombligo, entre éste y la columna vertebral, en el que se concentra el ki (la energía vital), de ahí que fuera éste el punto elegido para acabar con la vida.

Ritual

El seppuku era un ceremonial mortuorio imbuído de un carácter sagrado, razón por la cual el lugar elegido era muy importante. A menudo, se llevaba a cabo en los templos -aunque no en los santuarios shinto-, pero también podía ser en los jardines de las casas y en el interior de éstas. Las dimensiones del área venían dadas por el rango del samurái.

El acto se llevaba a cabo de una forma muy meticulosa y estaba regido por una rigurosa etiqueta. Para empezar, el samurái que iba a cometer seppuku -cosa que ya tenía decidida- debía escribir un poema de despedida, lo que explica que siempre fueran pertrechados de papel y pluma; por otra parte, había estado ayunando desde al menos el día antes, con el fin de no hubiera nada contenido en su estómago que pudiera esparcirse por el tatami cuando se cortara el vientre. Tenía que contar además, con la presencia de un kaishakunin, un compañero o ayudante, que cortara de un tajo la cabeza del suicida y pusiera fin al procedimiento de manera limpia. A continuación, el samurái, vestido por completo de blanco -el color de la purificación- se sentaba sobre una esterilla (tatami) o estrado recubierto también de una tela blanca, en posición de reposo (seiza), con la espalda derecha, la cabeza recta y las manos sobre las rodillas, para meditar y hacer el vacío total en su espíritu. Enfrente de él se encontraba el arma con que iba a darse muerte, el wakizashi, la espada más corta de las dos que portaban los samuráis -la otra era la katana. Lo siguiente era desnudar el cuerpo hasta la cintura e insertar el puñal en el abdomen para proceder al corte, el cual, al contrario de lo que popularmente se piensa, no implicaba la perforación completa del abdomen. Podía ser en horizontal, pero lo corriente era hacerlo en sentido diagonal, empezando a rajar desde el extremo inferior izquierdo para luego, muy despacio, atravesar el abdomen hacia la derecha y, al llegar a la parte media de éste, ascender suavemente hacia arriba, y finalmente hacia abajo, momento en el cual el kaishakunin decapitaba al samurái.

Las esposas de los bushi o samuráis se suicidaban con un pequeño puñal sin guarda, denominado kaiken, con el que se abrían la garganta en la arteria carótida. Existía también una forma simbólica de seppuku en la que se usaba una espada de madera y no era necesario cortar el abdomen.

Las razones que conducían al seppuku eran de varios tipos: podía suceder que el daimyo ('señor') de un samurái lo hubiera hecho, motivo suficiente para que su servidor le siguiera en la muerte, única forma de resarcir la deuda de lealtad contraída con él, un buen samurái sentiría vergüenza de vivir más tiempo que su señor. Un caso ilustrativo fue el del general Nogi Maresuke y su mujer, que se quitaron la vida tras la muerte del emperador Meiji en 1912, cuando se había abolido el suicidio voluntario. Asimismo, un samurái se practicaba el seppuku si estaba afectado por una enfermedad grave y era evidente que iba a morir, como protesta ante una injusticia o para mostrar su disconformidad con una decisión que considerara inapropiada. También podía ocurrir que el samurái fuera capturado por el enemigo en el campo de batalla y prefiriera matarse antes que ser un prisionero de guerra, caso frecuente durante el conflicto ruso-japonés (1904-05) o la Segunda Guerra Mundial, pero también fue muy corriente que el comandante negociara con su seppuku para salvar las vidas de sus soldados. En la actualidad, y aunque el suicidio está considerado algo deplorable en Japón, no tiene tampoco las connotaciones negativas que tiene en el mundo occidental. Los japoneses todavía se suicidan por una mala racha en los negocios, por problemas amorosos o incluso por haber suspendido los exámenes escolares, pues, en la más pura línea de la tradición antigua, la muerte es considerada mejor que el deshonor.

Digno de mención es el caso del escritor Yukio Mishima, quien se suicidó según este ritual en 1970, la mañana en la que concluyó su último libro, para rebelarse contra una sociedad que consideraba sumida en el más profundo vacío moral y espiritual. Otro caso famoso es el que refleja la epopeya japonesa titulada Los cuarenta y siete ronin de Ako, escrita en el siglo XVII, cuya permanencia en el tiempo se plasma en las numerosas películas, obras de teatro y adaptaciones que ha generado. Los acontecimientos que en ella se narran tuvieron lugar en 1701, cuando Asano, señor de Ako, se hallaba de visita en la corte del shogun, e insultado por un alto dignatario, hirió a éste en un brazo. Esto fue considerado por el shogun como una grave falta contra al etiqueta, así que ordenó a Asano hacerse el seppuku. Con esto, el honor de Asano y su familia quedaba a salvo, pero cuarenta y siete de sus fieles vasallos, ahora convertidos en ronin (es decir, samuráis sin señor), resolvieron por su cuenta lavar con sangre el honor de su amo. Durante dos años aguardaron pacientemente hasta que, por fin, la noche del 14 de diciembre de 1702, entraron dieron muerte al cortesano. El emperador ordenó entonces un seppuku colectivo, lo cual hicieron al amanecer del 4 de febrero de 1703, sobre la tumba de Asano. El pueblo entero, que consideró este acto una prueba suprema de lealtad y valor, los aclamó como mártires y héroes, y sus figuras pasaron a simbolizar el puro espíritu del samurái y sus cualidades, lealtad, valor y honor.

Katana



La katana es el sable de combate de los samuráis, al que consideraban como su propia alma. En la katana residía el espíritu del samurái, quien la hacía garante de su propia integridad, lo que no deja de resultar paradójico en un mundo en el que el samurái tenía poder sobre la vida de otros hombres. Un samurái cuidaba su katana casi más que a sí mismo, le daba un nombre y nunca permitía que volviese a su vaina sucia de sangre, lo que le causaría manchas de orín y herrumbre. Por otra parte, el acto de desenvainar era medido cuidadosamente, pues una vez que la espada estaba fuera de su funda la tradición exigía mancharla de sangre. Claro exponente de la importancia de esta acción es que dió origen a un arte marcial, el iaido. Muy ilustrativos de cuál era la relación que el samurái debía establecer con su arma son los siguientes versos del maestro Ueshiba Morihei, fundador del aikido:

"Clara como el cristal,
aguda y brillante,
la espada sagrada
no admite sitio
para alojar el mal".

La austera katana fue en un primer momento una recia espada de hierro importada de la península coreana o de China, pero con el tiempo, hacia el siglo IX, se fue depurando en un sable más ligero y afilado. La espada japonesa se compone de hoja y empuñadura (tsuka) y a veces llevaba una guarda (tsuba) bellamente decorada en oro y plata. La hoja estaba hecha de hierro combinado con carbono y tenía un núcleo de acero más blando que le confería una inusitada flexibilidad; se componía de filo, punta, parte posterior y shinogi (un acanalamiento longitudinal situado entre el filo y la parte posterior), partes éstas que tenían funciones diferentes en el combate.

Considerada uno de los tres tesoros simbólicos del país (los otros dos son un espejo y una joya), la katana tenía carácter sagrado, pues había sido forjada delante de un altar shinto por un sacerdote vestido de blanco -para simbolizar la purificación- que estaba imbuido de un conocimiento divino y asistido por los espíritus (kami en japonés). Tras los ritos purificadores que clarificaban su mente, el forjador comenzaba su trabajo, para el cual utilizaba fuego, agua, un yunque y un martillo. El lingote de hierro primigenio era dividido en dos y en él se iban insertando piezas de metal de distinta dureza. Esta mezcla se batía para hacerla homogénea y luego se le daba la forma, más o menos curva. La hoja se calentaba al rojo varias veces y se templaba en agua con sal, mientras que el filo (sólo uno), cuyo templado era distinto, se protegía con arcilla. Después, la hoja se llevaba al pulidor y, finalmente, había que comprobar si estaba bien afilada, lo cual se hacía en el cuerpo de los condenados a muerte, primero en los huesos pequeños y luego en los grandes. El resultado de esta prueba se escribía en el nakago, una pequeña pieza que unía la empuñadura con la hoja. Los secretos de esta ciencia cuasi sacra se transmitían de padres a hijos y constituían parte del misterio de la extraordinaria calidad de estas armas.

El edicto de Hideyoshi otorgó a los samuráis el derecho a llevar dos espadas, el conjunto de las cuales recibía el nombre de daisho ('grande y pequeña') y era un símbolo de la posición social y el espíritu combatiente del samurái. La hoja de la espada larga, katana o daito, medía más de 61 cm, mientras que la del sable corto, wakizashi o shoto variaba entre los 31 y los 61 cm. Se llevaban colgando del del obi (cinturón), siempre con el lado cortante hacia arriba.

Cuando un samurái entraba en casa de algún amigo, debía despojarse de su katana, que colocaba sobre un soporte especial (katana-kake), pero podía conservar su wakizashi; en presencia del emperador o shogun debía despojarse de las dos espadas y dejarlas a la entrada de la sala de audiencias. Los hijos de los bushi llevaban también una especie de katana más pequeña, llamada mamorigatana ('sable de protección'). Las mujeres de los bushi o samuráis llevaban un pequeño puñal sin guarda, denominado kaiken, que podía ser escondido fácilmente entre los pliegues del kimono. Les servía para defenderse y, en casos extremos, para abrirse la garganta y suicidarse.